lunes, 3 de junio de 2013

Flora

Flora ( apodada así por la diosa romana de la primavera y el nacimiento), era un chica de 35 años, y, como dije anteriormente, se quedó en cinta por inseminación artificial.

Su vida no había sido un camino de rosas, había sido más bien un camino de espinas;

Desde pequeña, tuvo que lidiar con la difícil situación que tenía en su casa; su padre, alcohólico, abandonó el hogar cuando tan solo tenía 10 años de edad, y su madre cayó en una depresión, con evolución de pensamiento paranoide y consecuente esquizofrenia. También tenía dos hermanas menores que ella, de las que se encargó hasta que las tres abandonaron el domicilio familiar; la relación con su madre se fue deteriorando, debido a que no sabían como tratarla, lo cual provocó múltiples conflictos entre las tres, hasta el punto de que Flora no le había dicho a ninguna que estaba embarazada.
Llevaron a su madre a una "casa-hogar" que pagaban en convenio las tres, aunque llevaban años sin hablarse.

Flora estudió derecho, y es un reputada abogada de un bufete sevillano, especializado en derecho fiscal.

Pero llegado a este momento de su vida, soltera, con 35 años, y casi que sin familia, decidió quedarse embarazada, pero, ¿Cómo?

Pues con la inseminación artificial.

Flora me comentaba que era la tercera vez que se inseminaba en los últimos meses.

Parecía que le daba vergüenza contármelo, y ponía como excusa (que yo no le pedía):

"Manuel, tengo mucho amor que dar, y he llegado a un momento de mi vida que me da igual lo que piensen los demás"- siendo paradójico que se pusiese colorada al decirlo- " se que es una locura, y que incluso mi puesto de trabajo peligra, pero necesitaba algo como esto."

Le pregunté un poco por sus recuerdos de familia, por su padre, para detectar sus preocupaciones por el hecho de ser madre soltera.

"Mi padre pegaba a mi madre, entiendo que se haya vuelto loca. No necesito a mi lado un hombre que vaya a hacer daño a mi bebé, ni a mi. No me preocupa criarla sola."

Ese mismo día tuvo una ecografía vaginal y un ultrasonido.

En la semana 18 ( tras dos semanas de ingreso) llegó radiante a la habitación.

Había tenido una ecografía vaginal y un ultrasonido.

"¡Manuel, va a ser niña!" me dijo.

Tan radiante y con ese brillo de ilusión en sus ojos.

Y con esa característico gesto maternal en el que una futura mamá rodea su abdomen con las manos.

Pobre. A partir de ahí fue todo de mal en peor.

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